Margarita Serrano
a las
CARACTERÍSTICAS.
I. Resulta más que evidente, que hemos pasado de un modelo de familia patriarcal y jerarquizado en el que cualquier divergencia se resolvía, en último término, por la decisión del marido-padre, del llamado «cabeza de familia», a un modelo democrático igualitario, en el que la familia es el lugar de desarrollo de la personalidad y de respeto de los derechos fundamentales de todos y cada uno de sus miembros.
II. Esta realidad, implica un aumento de conflictos ante la diversidad de opiniones o decisiones sobre los aspectos relacionados con la convivencia y que cuando no se resuelve entre las partes enfrentadas o en desacuerdo, cabe la posibilidad de dirimir el conflicto a través de un tercero imparcial que ponga de relieve cuál de las posiciones responde a un mayor interés y convivencia para la familia, entendida ésta en su multiplicidad de modelos, en el bien entendido de que no hay dos familias iguales.
III. Los principios constitucionales han potenciado una transformación legislativa acorde con los nuevos parámetros de la convivencia familiar. 
La evolución del Derecho de familia a través de la paulatina consideración de la voluntad y de la personalidad de todos los seres humanos relacionados por el mismo núcleo familiar se refleja directamente en este ámbito, y la mediación presenta características propias que se convierten a su vez en beneficios que reporta la elección de este servicio extrajudicial como resolución de conflictos.
VI. Principios rectores:
– Autonomía privada.
Es su propio fundamento, como método alternativo al contencioso, para la resolución de conflictos interpersonales. Cada familia tiene sus propias peculiaridades, por lo que son sus miembros quienes están más capacitados para alcanzar la solución de mayor eficacia y satisfacción a los conflictos que se plantean con la situación de sus mayores. La carga emotiva y subjetiva de los conflictos familiares puede canalizarse mejor para los familiares por profesionales componedores de esos intereses divergentes ajenos al litigio, evitándose enfrentamientos familiares inútiles.
-Voluntariedad.
Para participar en el proceso, ya que no se establece de momento en nuestro ordenamiento un sistema de mediación imperativa u obligatoria (como en los procesos laborales) con el objetivo de que las partes lleguen a un acuerdo, a modo de transacción judicial, por el que quede resuelto el litigio de manera no contradictoria.
-Imparcialidad.
El mediador no impone ninguna solución al conflicto social o familiar que se presenta, ni resuelve ni toma decisiones, sino que asiste o asesora a las partes en conflicto para que tomen por sí mismas una solución de consenso sobre los problemas identificados, facilitándoles información sobre las diversas opciones propuestas con el objetivo de que puedan acoger aquella opción que responda mejor al interés común de ambas.
-Confidencialidad.
Puesto que la toma de decisiones a través del diálogo o de la comunicación, requiere que los aspectos íntimos y personales que son revelados por las partes en las sesiones conjuntas o individuales no trasciendan a terceros, puesto que si los participantes pueden expresarse libremente se favorece una mediación eficaz, en la que se ponen de manifiesto los intereses y motivaciones subyacentes a las posiciones, para alcanzar con éxito sus objetivos negociadores.
V. Esta oportunidad de negociar en términos de beneficio mutuo que resulta además, más rápida y más económica que la vía judicial, y, si se quiere, hasta más humana supone una superación del «adversus hostes», concediendo poder a las partes para que, aclarando las zonas de mayor conflicto sobre sus propios deseos y posibilidades, adopten recíprocamente las decisiones relevantes sobre sus propias vidas.
Próxima semana: El Mediador.
