Margarita Serrano
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I. Desde una perspectiva humana, nunca lo entenderé, no era rico ni tenía poder; era un hombre irrelevante, sin autoridad civil ni religiosa; iba con los más desfavorecidos, con los que no nos gustan; curaba, tenía palabras de aliento para los que se le acercaban; devolvía la dignidad a las personas; ampliaba los horizontes humanos; pasó haciendo el bien… Es fácil imaginar su mirada profunda y su voz envolvente, su carisma (del griego: don, gracia) es indiscutible. Nunca hubo ni habrá nadie así. Y van, y lo matan.
II. Desde una perspectiva jurídica, el proceso de Jesús será siempre el más importante de la Historia porque es el proceso de Dios.
Pero, dentro del procedimiento, aparece una desgraciada improvisación en la cual la incoherencia de la forma sólo puede ser igualada por la iniquidad del fondo.
Tan inciertas son las formas, que todavía se duda en afirmar quién ha condenado a muerte a Jesús. ¿Son las autoridades judías de Jerusalén, con ratificación de su fallo por Pilato? ¿Es solo Pilato?
Esta cuestión no podía dejar de llamar la atención de los juristas, por lo que a lo largo del tiempo muchos han sido los que han analizado los hechos para tratar de resolver o aportar una contribución al estudio de la vida de Cristo, junto con los historiadores.
III. El más notable de los magistrados franceses del siglo XIX, el Fiscal General Dupin, publicó, en 1840, una pequeña obra, titulada «Jesús ante Caifás y Pilatos» en la cual estudia la cuestión bajo todos sus aspectos. Dupin llega a la conclusión de que es solo Pilato quien condenó a Jesús.
La tesis contraria era la de Renán: Jesús fue condenado a muerte por el Sanedrín, asamblea política y jurídica del pueblo judío.
Pero, como Palestina era entonces una zona ocupada, las condenas a muerte no podían ser ejecutadas sino después de haber sido ratificadas por las autoridades romanas. Es por esto que al juicio judío siguió una instancia ante Pilato quien, a pesar de su indecisión, dio el exequátur a la sentencia pronunciada por los judíos. Es la tesis del exequátur.
IV. Desde la detención de Cristo, se plantea el problema del concurso de las autoridades judías y romanas y de la parte que correspondió a cada una de ellas.
¿Por quién fue arrestado Jesús?
«Una turba provista de espada y de palos, enviada por los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo».
Naturalmente se puede pensar: los que tenían espadas eran los soldados romanos, los que sólo poseían palos eran los judíos. Desgraciadamente el episodio de Pedro cortando la oreja de uno de ellos, nos prueba que los legionarios acuartelados en Jerusalén, no eran los únicos que podían entonces llevar armas en la ciudad. Y, si Pedro, persona privada, tenía una en su poder, con mayor razón los hombres de la guardia del Templo podían haber estado armados.
Estamos en una zona ocupada. Sin duda, el ocupante no habría tolerado la existencia entre los ocupados de una fuerza armada considerable, pero bien podía haber autorizado un armamento reducido para las escasas fuerzas de policía local que subsistirían en el país.
«Una turba provista de espadas y de palos» … , mal podemos ver al ejército romano dentro de esta turba. El legionario en campaña no se junta con los civiles. Ni fueron ciertamente necesarios mil legionarios para apoderarse de Jesús. Si los romanos estuvieron, es muy poco probable que se hallaran bajo el mando de un oficial superior: tareas de esta naturaleza eran de la competencia de subalternos.
Parece evidente que el drama de la Pasión fué preparado, urdido por el Sanedrín; la responsabilidad moral de esta asamblea es, por consiguiente, indiscutible, pero este punto precisado, no prejuzga de la respuestaa la interrogación que hemos planteado: ¿es dicha asamblea la que rindió el fallo y pronunció la condena?
