LOS DIOSES SE VAN

I. Diálogo con una persona en mi despacho, después de escuchar su exposición de hechos a los que quiere darle una solución legal y que se encuentra con bastante desánimo:

– Nada tiene sentido, no puedo más.

-El sentido hay que buscarlo.

– ¿Cómo?

-Apóyese en sus creencias, si no puede en usted. Yo me ocupo de la parte jurídica.

-Yo no tengo creencia.

-Búsquela.

-¿Está de broma?

-No. Me ha preguntado y le respondo.

Más o menos…

Nunca ha habido sociedad humana, hasta ahora, sin creencias sobrenaturales.

Ante el desencanto actual palpable en tantas personas, respecto a la vida en sí, surge la reflexión. A un problema legal, lo acompaña otro personal. Los abogados podemos hacernos cargo del aspecto legal, pero el personal no está en nuestras manos. Ocurre que socialmente se ha llegado a un plano existencial en el que la interioridad está dejando de existir. Si la vida sólo es exterior y a veces no se puede controlar… desfallecemos. La Psiquiatría  era la cenicienta de la Medicina, actualmente al psiquiatra  podríamos considerarlo el médico de cabecera. Algo no va bien.

El hombre siempre ha necesitado explicar de algún modo lo que  acontece en la vida y que no se entiende, ello entra en su dimensión espiritual, sobrenatural. Un ejemplo muy conocido, podrían ser los mitos de los antiguos.

II. La mitología grecorromana ha llegado a nosotros a través de un conjunto de textos que, en su mayoría, figuran entre las obras capitales de la literatura universal.

Esta mitología es un tema omnipresente tanto en las letras como en las artes figurativas, y constituye junto a la historia antigua y las Sagradas Escrituras, uno de los pilares culturales de Europa. Por curiosidad o interés de aprender o desde una perspectiva de búsqueda, se puede acudir a las raíces mitológicas de nuestra cultura.

III. Los dioses y las diosas de la mitología son seres de una naturaleza distinta a la humana; pero aún siendo sobrehumanos no se les puede calificar de sobrenaturales ya que pertenecen a la vez a la naturaleza, en cuyo seno ocupan evidentemente un lugar privilegiado.

Personificaban las fuerzas de la naturaleza, así como otros caracteres psicológicos y morales, que constituyen también la personificación de cualidades propiamente humanas: la autoridad soberana en Zeus, en el sentido de la belleza en Apolo o el espíritu de las castidad en Artemisa.

Dioses y diosas se convirtieron en entidades fuertemente individualizadas, experimentando todos los sentimientos y adoptando todos los comportamientos propios de los seres humanos: la cólera y la piedad, el amor y los celos, la benevolencia y el deseo de venganza…, son un patrimonio que comparten los dioses y los simples mortales…, a quienes, según ellos, Prometeo creó, de hecho a imagen y semejanza de los dioses.

En este sentido viven aventuras, luchan entre sí o establecen alianzas , experimentan penas  y alegrías y, aunque no pueden morir, no por ello son invulnerables. Como los hombres, están sometidos al Destino, fuerza suprema ante la que deben inclinarse.

Lo que les diferencia fundamentalmente de los hombres, además de los inmensos poderes de que disponen, es por un lado la inmortalidad, que les es conferida a través de un alimento específico, la ambrosía, siendo los únicos seres vivos que se benefician de ella, y por otro lado la invisibilidad. Pueden si lo desean, manifestarse a los mortales, bien bajo apariencia humana o adoptando cualquier otro aspecto.

IV. Desde un punto de vista más religioso, los antiguos creían en la presencia real y visible de los dioses en sus templos, en cuyo interior residían encarnados en la estatua que les representaba en el recinto sagrado.

Un templo desde la perspectiva pagana, era la morada de un dios, y por tal motivo solo los sacerdotes, como servidores de la divinidad tenían derecho a entrar en él, mientras que el conjunto de los fieles estaba obligado a permanecer  en el exterior del templo (en latín «pro fano», de ahí el adjetivo castellano «profano»: que no es sagrado o no sirve para fines sagrados; o bien, que carece de experiencia o conocimientos en una determinada materia).

IV. El historiador romano Tácito y su coetáneo el historiador judío Flavio Josefo, relatan que durante la guerra de Judea, en el siglo I de nuestra era , una voz sobrehumana anunció en el templo de Jerusalén: «Los dioses se van», anunciando con estas palabras el final del paganismo o adoración  a dioses falsos.

Falsos es evidente, incluso ellos lo sabrían, pero los necesitaban. ¿Por qué hoy no se necesita lo Verdadero?



La autora sólo autoriza la reproducción de sus artículos de dos modos: señalando el título y su autoría, o bien, señalando un link que lleve al lector al artículo original del blog Abogado del Mayor.  

Margarita Serrano
Margarita Serrano
Soy abogado especializado en protección jurídica y ayuda a la persona mayor, dirijo el despacho Mayores Abogacía y les doy la bienvenida a este espacio en el que hablaremos de casos como el suyo y de muy diversos temas relacionados con sus intereses más directos.

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