Margarita Serrano
a las
I. No es fácil exponer nuestros problemas personales, por ello es necesario saber que cuando decidimos acudir al proceso de mediación familiar vamos a ser muy bien atendidos. El buen mediador parte de que nuestra situación es delicada por el conflicto que atravesamos y ha sido formado profesionalmente en unos valores por los que, sin juzgar ni opinar, nos va a prestar toda su ayuda con la mejor intención para lograr un entendimiento y una solución al problema. Por ello debemos ser claros en los hechos y con confianza contar nuestro conflicto sin reparo alguno. ¿Quién no ha tenido malos momentos alguna vez?
La situación en que se encuentran algunas personas mayores exige el desarrollo de un sistema de atención de sus necesidades, sobre todo en situación de dependencia, para dar respuesta a la resolución de conflictos que la persona mayor y su familia viven, con la finalidad de propiciar su máxima calidad de vida. Ello se puede conseguir con el procedimiento extrajudicial de mediación.
II. Las fases son:
1ª. Presentación o primer encuentro.
En la primera toma de contacto, el mediador debe valorar:
-las expectativas que tienen las partes;
-el grado de motivación y predisposición a llegar a acuerdos finales;
-la posibilidad objetiva de alcanzar un pacto;
-el grado de dependencia emocional entre las partes, dado que podrían evidenciarse problemas de trastorno de personalidad en cualquiera de las personas y que se encuentre tan afectado que le impida mantener una postura de igualdad de poder negociador. En este caso la mediación no resultaría procedente.
Es conveniente:
-la firma por parte de los interesados de un contrato de compromiso en el que expresen las normas o reglas que rigen el proceso.
-facilitar a las partes toda la información sobre el proceso mediador, destacando su carácter voluntario y pacífico, dirigido hacia la resolución de sus discrepancias mediante las decisiones conjuntas que tomen por sí mismos, en un clima de diálogo y de colaboración del que surjan las mejores soluciones para el bienestar personal de ambos.
2ª. Información relevante o fase preliminar.
-Si existe algún grado de probabilidad de alcanzar con éxito un resultado satisfactorio, se recaba toda la información previa que resulta precisa: datos personales, información sobre el conflicto, apoyo documental, conocer las intenciones personales de cada parte, analizar los factores socioeconómicos e identificar el objetivo de la mediación.
-Es el momento de reforzar la idea de la comunicación como camino imprescindible para llegar a las metas propuestas, recordando a los participantes la técnica de resolución del conflicto.
-Suele ser importante, tener alguna sesión personal con cada una de las partes por separado para conocer sus preocupaciones, intereses y necesidades reales.
3ª. Negociación o fase principal.
Se desarrollan las pautas que dirigen el proceso de mediación:
–planteamiento de problema,
–audiencia de cada uno,
–propuesta de alternativas, y
–toma de solución.
A partir del diálogo y del consenso deben ir alcanzándose paulatinamente los acuerdos precisos sobre aquellos aspectos en los que se presentan discrepancias.
El mediador analiza si alguna propuesta resulta operativa y si tiene o no posibilidades de ser aceptada, no sólo por las partes sino también legalmente, porque se ha de dar a conocer a las partes las orientaciones legales y jurisprudenciales sobre la materia en concreto. Se limita a dirigir el procedimiento de negociación dejando a las partes que decidan el contenido de cada pacto y se finaliza con la consecución de acuerdos legalmente viables.
4ª. Conclusión o fase final.
Tras haberse alcanzado los acuerdos, se recogen por escrito con la participación de las partes, para garantizar la fiel reproducción de lo pactado y evitar imprecisiones o malentendidos y para que resulte un conjunto de pactos adaptados a su realidad.
La duración del proceso es variable, aunque normalmente en la práctica suelen extenderse entre 10 y 12 sesiones de 1 ó 2 horas por semana.
III. El punto final de la mediación con éxito es la asunción de las decisiones personales consensuadas, tras la negociación, que a partir de entonces deberán respetarse por quienes las asumen, y que se recogerán por escrito en un documento de contenido equitativo, acordado por ambos y que cabe la posibilidad de otorgar ese documento mediante escritura pública, ante Notario, para reforzar la eficacia de los acuerdos y dotar de mayor valor probatorio a ese pacto vinculante entre las partes.
También es posible un seguimiento ulterior para comprobar que los acuerdos se mantienen y facilitar la resolución de nuevos problemas que puedan ir surgiendo.
IV. Beneficios que presenta:
-Facilita el ejercicio compartido de las responsabilidades familiares de forma continuada.
-Permite una mejor adaptación al nuevo estilo de vida que sigue a las circunstancias sobrevenidas de las personas mayores.
-Evita la hostilidad que supone un proceso contencioso en el juzgado.
-Desaparece la sucesión duradera de conflictos y enfrentamientos que son habituales por el incumplimiento de las decisiones no consensuadas que son impuestas judicialmente.
-Añade un factor de reducción de los costes económicos inherentes a todo juicio.
-Facilita a las personas un mayor control sobre su propia vida, mediante el reconocimiento de su autonomía de la voluntad.
-Resultar más corto, más barato y menos traumático.
Por lo que es una buena carta de presentación para elegirlo como modo de solución de conflictos y al que hay que recurrir tranquilamente, sin inseguridades ni dudas porque las partes son sus protagonistas, al participar activamente en él, y el profesional mediador resultará por supuesto una persona con actitud agradable y acogedora que desde el principio creará un clima de serenidad y confianza.
Próxima publicación: Postmodernidad y autoprotección.
